“Superar un cáncer viajando en
familia”.
Tengo 33 años y un niño de 4
años. Hace un año me diagnosticaron cáncer de ovario con múltiples metástasis. Tras
recibir ese duro diagnóstico me quedé paralizada y el miedo se apoderó de mí.
Lloré, lloré y no paré de llorar durante días. Estaba al borde de la
desesperación, aterrada y angustiada. Mi hijo por aquel entonces tenía solo
tres años y era muy dependiente de los bracitos de mami y de la tetita. Le
miraba y no podía dejar de pensar en que no iba a volver a asistir a uno de sus
cumpleaños, es más pensaba que no podría estar con él el día de Reyes. No
dejaba de pensar en mi inminente muerte y en que le iba a fallar a mi hijo. Le
había dado la vida y le había prometido estar a su lado para cuidarle y
apoyarle, y ahora iba a morir sin acompañarle su primer día de colegio, sin
enseñarle a montar en bici…
En medio de aquel intenso miedo
de repente surgió un deseo irrefrenable de vivir y de buscar una solución a aquel
duro reto al que me enfrentaba. Y resurgí, me empeñé en aferrarme a la vida y a
mi hijo. Hice cambios radicales en mi vida, sobre todo en el terrero
nutricional. Mientras crecía mi deseo
por vivir, me sometí a cirugía y empecé el tratamiento de quimioterapia y como
colofón a mi mala racha tuve que destetar a mi hijo con tres años y medio.
La quimioterapia fue muy, muy
dura. Se cayó mi negra melena, mi tez adquirió un calor amarillento, perdí 20
kilos, vomitaba y apenas me podía mover de la cama al sofá, pero mi deseo por
sanar me hizo afrontar la quimio de manera positiva y aprovechar cada instante
de mi vida buscando actividades con las que realmente disfrutara junto a las
personas que más quería. Lo que más nos gusta a los tres es viajar juntos, así
que decidimos hacer un viaje en todos los descansos de la quimioterapia. Me
daban quimio semanal pero con una semanita de descanso cada cuatro semana. Así
que nos pusimos manos a la obra para planear escapadas en esas semanas libres.
Intentamos buscar destinos relativamente cercanos y apetecibles tanto para los
adultos como para mi hijo.
Desde pequeña he viajado mucho
con mi familia, y después con mi pareja y con mi niño hemos viajado por todo el
mundo siendo muy felices y disfrutando de las múltiples experiencias que nos
aguardaban en cada viaje. Nos encantaba abrir la página de alguna compañía low
cost sin saber que destino íbamos a visitar. El azar y la economía se
encargarían de darnos destino. Nunca hemos viajado con carro ni nos hemos
preocupado por qué iba a comer nuestro peque. Cuando íbamos de viaje nos
agenciábamos un portabebés (eso sí, para cada viaje uno distinto, que a una le
gusta darse caprichitos) y preparábamos una pequeña maleta, no necesitábamos
nada más. Como la comida de Nacho la llevábamos puesta (la teta) y colechábamos
no teníamos que cargar con hervidores, biberones, chupetes, potitos, cunas de
viaje, etc. Improvisábamos sobre la marcha y nos dejábamos guiar por el
instinto y las ganas de nuevas
aventuras. El cáncer no iba a cambiar nuestras ganas de ver mundo, así que
planeamos nuestra nueva etapa viajera de manera similar a viajes anteriores.
Tras diagnosticarme el cáncer le
prometí a mi hijo que si mamá se curaba le llevaría a Eurodisney y Tenerife.
¿Por qué Tenerife y Disney? Mi hijo es un gran amante de los animales y le
hacía mucha ilusión ver leones blancos, y hacía tiempo que habíamos visto que
en un zoo de Tenerife había leones blancos y soñaba con ir. Así que destino
objetivo “Jungle Park” en Tenerife.
Disney lo elegí no porque él me
lo pidiera, sino porque la primera vez que yo fui a Disneyland Paris fue por un
regalo de cumpleaños muy especial que me hicieron mis padres cuando cumplí 14
años. Me hizo tanta ilusión ir a Disney que quería ir con él y que viviésemos
esa experiencia juntos.
Pues bien, quiero contaros
nuestra ruta viajera durante los 6 meses de tratamiento para el cáncer. Empezamos
nuestro primer viaje a un sitio cercano a Granada que es donde vivimos. Nos
fuimos a pasar un fin de semana a la Costa del Sol, y disfrutamos de unos
excepcionales días de sol. Cuando crees que vas a morir disfrutas mucho más de
cada momento, y para mí pasear descalza por la arena era el mayor placer del
mundo. El notar la brisa marina en mi cara me hacía sentirme feliz. Corríamos
por la orilla del mar, gritábamos, saltábamos, cantábamos… Disfrutaba de mi
hijo y mi pareja como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Saboreamos
intensamente cada momento juntos.
Después vinieron viajes a
Valencia, Barcelona e Ibiza. Conforme avanzaba el tratamiento de quimioterapia
yo me sentía más cansada y vomitaba más, había días que realmente creía que me
iba a morir, pero no por el cáncer sino por los efectos secundarios de la quimio.
Mi pierna derecha estaba medio dormida y me costaba caminar, pero mi voluntad
férrea no me impidió viajar y disfrutar al máximo de cada “expedición”. El
planear el siguiente viaje me daba “alas” y mientras estaba recibiendo
quimioterapia miraba hoteles y vuelos en internet. Tener una ilusión y un
motivo para vivir te hace luchar y enfrentarte a cualquier desafío. Mi ilusión
era viajar y disfrutar con mi familia.
Durante toda la quimioterapia
seguí un régimen alimenticio vegetariano especial que yo misma me diseñé, lo
que hacía un pelín difícil elegir los sitios donde comer, así que nos hicimos
especialistas en buscar restaurantes vegetarianos con platos elaborados con
alimentos ecológicos. Hicimos auténticos viajes culinarios disfrutando de una
rica comida. Comer es parte importante del placer de viajar. Probar la cocina
del lugar que se visita, poderla disfrutar despacio, alargar la sobremesa,
descubrir nuevos sabores es un auténtico placer. Como nuestro hijo está
acostumbrado a comer lo mismo que nosotros no tenemos problemas a la hora de ir
a un restaurante. Disfruta tanto como nosotros probando nuevos platos. Él nada
de pedir el típico menú infantil con pollo y patatas. El se adapta a todo tipo
de menús ya sean vegetarianos o carnívoros.
Para no equivocarnos con la elección de los restaurantes
gracias a Tripadvisor y las opiniones de los usuarios elegíamos antes de viajar
los restaurantes donde íbamos a comer.
En general, a todos sitios donde
íbamos a comer nos trataban con gran amabilidad, creo que no tener pelo
despierta el buen corazón en las personas J
Cada viaje realizado durante el
cáncer fue especial. En Valencia disfrutamos muchísimo con una exposición de
dinosaurios en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. En Barcelona nos sorprendimos
con el Parque Güell. En Ibiza con las pequeñas y sorprendentes calas.
En Valencia visitamos la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Nos
sorprendió su arquitectura tan blanca, tan limpia, tan perfecta… Lo que más nos
gusto fue la exposición “Entre Dinosaurios”
es, la mayor muestra de dinosaurios robotizados de Europa, la exposición ocupa
3.000 metros cuadrados y permite realizar un viaje al pasado, al Jurásico y el
Cretácico , de la mano de los dinosaurios.. Hay un ejemplar Tiranosaurio rex,
el Diplodocus de 27 metros de largo. A mi hijo le encantan los dinosaurios así
que podéis imaginar su cara de emoción entre aquellas gigantescas criaturas. Creo que pasamos toda una mañana viendo la
exposición.
En pleno centro de Valencia encontramos un restaurante vegetariano que
nos encantó, “La Lluna”. Un restaurante pequeñito pero muy acogedor y con una
excelente comida casera. Muchas opciones veganas. El menú del día... ¡7.5
euros! Tomamos: Crema de champiñones, Verduritas al curry con arroz, Pastel de
Espinacas y de postre Calabaza asada. Todo riquísimo. De postre una infusión de
cannabis y melisa que me dio un sueño muy rico, jejeje.
En Valencia nos alojamos en el Hotel NH Las Artes, un hotel de tres
estrellas muy correcto en cuanto relación calidad precio y muy cercano a la
Ciudad de las Artes y las Ciencias.
En Valencia también visitamos
Biopark. Un zoo bastante grande, en el que los animales tienen bastante confort
y bienestar. Mi hijo disfrutó muchísimo la visita, pues ama los animales.
En Barcelona nos sorprendimos muy
gratamente con el parque Güell,
entramos al parque por la estación de Vallarca y tuvimos que subir un sinfín de
escaleras, pero la subida mereció la pena. Con los efectos de mi quimio a
cuestas tuve que subir despacito, despacito, pero así el peque disfrutaba
adelantándome y la subida se le hizo más llevadera, pues le ganaba a mamá. Disfrutamos muchísimo con las impresionantes
vistas de Barcelona, y con la divertida arquitectura creada por Gaudí.
También nos gusto mucho el mercado de la Boquería. La cantidad de
olores y colores que ofrece este mercado bien merece una visita. Aquí solíamos
desayunar todas las mañanas, nos comprábamos un bol de frutas en uno de los
muchos puestos de fruta y nos sentábamos en la Rambla a degustar nuestra fruta
mientras veíamos a la gente pasar.
Otra visita muy recomendable con
niños es el parque de la Ciudadella.
En el parque hay un mamut gigante en cuyos colmillos los niños se pueden
sentar. Este céntrico parque bien merece la pena para dar un apetecible y
relajante paseo.
Y por último destacar la visita a
Cosmo Caixa. Es ideal para ir con
niños. Es similar a un parque de las ciencias. La visita hace las delicias de
los más pequeños pues consta de un acuario y varias salas dedicadas
exclusivamente a los más pequeños. Y lo mejor es el precio de la entrada…. Sólo
3 euros.
Siguiendo nuestra ruta
gastronómica en Barcelona comimos en un restaurante Etíope llamado Abisinia que nos encantó. Este
restaurante está en pleno centro del barrio de Gracia, y es un auténtico
etíope, te sientas casi a nivel del suelo y comes con las manos. Lo de comer
con las manos fue un buen motivo de alegría para mi hijo y para mi, pues nos
encanta tocar la comida antes de degustarla. La comida te la sirven sobre una
gran pieza de injeera, que es como un crep gigante. Vas pellizcando la injeera
para ir cogiendo trozos de comida y así no mancharte.
Otro restaurante sorprendente fue
“Gopal”, un sitio donde iniciar a
los niños a comer comida vegana, pues sirven unas hamburguesas para chuparse
los dedos. Hamburguesas de bacon y queso veganas, chorizo vegetal, etc. Un fast
food vegetariano muy recomendable.
Terminando la quimio llegó el
viaje a Ibiza donde disfrutamos de
largos paseos por sus limpias y cristalinas playas. Ibiza fue un viaje muy
especial. La isla pitiusa nos aportó una gran paz y relajación a los tres, e
hizo que estuviéramos aún más unidos. La energía que se siente en esta isla es
mágica. Nos sentábamos en las pequeñas calas y dejábamos que el ruido de las
olas nos arrullara.
Hicimos una ruta caminando por las Salinas que nos encantó. Es una
ruta que discurre en parte por la orilla del mar y en parte entre un bosque mediterráneo
que bordea las salinas. En esta excursión aprovechamos para explicarle al peque
como se fabrica la sal
En la ciudad de Ibiza nos sorprendimos con la visita al
casco histórico y al castillo. Mi hijo jugaba a ser un caballero de época que
defendía la muralla de la ciudad.
Otra cala que nos encantó por su
belleza fue la Cala d'Hort. En esta
cala se corta la respiración cuando se admira la imponente aparición del islote
de Es Vedrà. La luz de las fotos en
este lugar es impresionante, parecía como si los rayos de luz iluminaran a mi
hijo.
En Ibiza nos alojamos en el Hotel Simbad que es un hotel de 4
estrellas situado en Talamanca, a pocos kilómetros de Eivissa .Nos dieron una
habitación frente al mar con unas vistas de ensueño, podíamos ver la ciudad de
Ibiza con su imponente castillo. Las vistas al atardecer eran de una belleza
indescriptible. No es un hotel
especialmente pensado para los más pequeños, pues no cuentan con servicios de
ocio, pero en este hotel el maître nos trató con gran exquisitez, todas las
noches tenía preparado un asiento para mi hijo y se preocupaba de que todo
fuera del agrado del peque. Nos alojamos en régimen de media pensión, y la
relación calidad precio es bastante buena.
Cerca de las Salinas, en Saint
Jordi encontramos un restaurante vegetariano y macrobiótico con un riquísimo
menú, S´Horter Vert se llamaba, las
regentes era muy atentas y amables con nosotros y con mi niño. Además este
sitio contaba con la ventaja de ser restaurante y supermercado ecológico, por
lo que nos vino ideal para avituallarnos. Tenía un rincón con columpios
reservado para los más pequeños, lo que hizo las delicias de mi hijo.
Fue un viaje realmente estupendo.
Nos sirvió para reforzar aún más los lazos familiares. Y algo cambió en los tres de manera muy
positiva tras este viaje. ¿Sería la magia de Ibiza de la que tanto hablan?
Durante el cáncer cambié mi forma
de pensar y comportarme. Comencé a valorar los pequeños detalles de la vida,
empecé a sentir un gran amor por todas las personas que me rodeaban y por mí
misma. Me perdoné y me acepté tal y como era. Por primera vez sentí paz
interior y creo que esa paz y ese nuevo renacer lo irradiaba al exterior, y
empezaron a llegar a mi vida las personas y las circunstancias que hicieron que
curara. Esto también se notó en los viajes, parecía que la suerte estaba
siempre de nuestro lado. Si íbamos a un hotel nos ofrecían la habitación con
las mejores vistas, si íbamos a un restaurante siempre tenían algún detalle con
nosotros, si íbamos a un zoo siempre encontrábamos alguna oferta del tipo 2x1.
Todo parecía ir sobre ruedas en cada viaje, no encontrábamos ningún obstáculo y
todos los viajes salieron a pedir de boca.
Viajar, explorar nuevas ciudades,
perderse en algún rincón… me dio la vida. Era una gran recompensa tras los
ciclos de quimio. Pensar en el siguiente viaje me alentaba a soportar la
quimio.
Los viajes pasaban, los días
pasaban y la quimio terminaba y vinieron los resultados… todo perfecto, ¡estaba
curada! ¡¡¡Así que nos íbamos de viaje a Tenerife y Disney!!! Nacho ya podía
volver a tomar teta… y digo que si lo hizo, conseguimos relactar tras 6 meses
de kit kat.
Estos dos últimos viajes los
hicimos con un gran subidón de adrenalina en el cuerpo, se nos notaba a los
tres inquietos, estábamos tan felices por los resultados que no podíamos parar
de hacer cosas, estábamos hiperactivos. Todos los efectos secundarios
desaparecieron como por arte de magia.
Ahora era una nueva mujer, una mujer llena de amor hacía los demás y muy
agradecida con la vida. Una mujer que se sentía inmensamente feliz con su
familia, y que tenía que dar gracias al cáncer por todo lo que había aprendido
y por todos los sitios que había visitado en tan solo 6 meses.
En el viaje a Tenerife nos permitimos algunos lujos,
nos los merecíamos, ¿no? Nos alojamos en un hotel de cinco estrellas llamado Hotel Reserva Ambiental de San Blas situado
en el sur de la isla. El hotel tiene acceso directo a la playa y a la reserva
ambiental. Es un hotel mimetizado con el paisaje y equipado con todo lujo de
detalles. Cuenta con múltiples piscinas, alguna de las cuales está climatizada.
La oferta lúdica para niños y adultos es impresionante, rocódromo, mini club, Pilates,
yoga, canoa, minidisco… Los animadores eran realmente amables con los niños,
siempre estaban con una sonrisa en la boca. El restaurante contaba con rincón
vegetariano y un rincón con buffet infantil a su altura para que pudieran
servirse. Siempre que vamos a un hotel mi hijo no puede ver los platos a menos
que le coja en brazos. A muchos padres esto les da igual porque ellos eligen lo
que sus hijos comen, pero mi hijo es él quien elige su menú y necesita poder ver
que le ofrecen para elegir. En este hotel todo el personal era de una
amabilidad exquisita, en especial con los niños. En este hotel nos alojamos en
régimen de todo incluido, nos dedicamos a descansar y disfrutar de las
impresionantes instalaciones y de las doradas playas cercanas.
Hicimos pocas excursiones, así que solo voy a comentar las
dos recomendables… La visita en barco al Acantilado
de los Gigantes y La reserva Ambiental
de San Blas. En el viaje en Barco tuvimos la oportunidad de ver impresionantes
vistas de los acantilados y… delfines, muchos delfines. Mi hijo no cabía en sí
de alegría con el espectáculo visual.
La reserva ambiental
de San Blas está anexa al hotel y es
un tesoro escondido. No suele venir recomendada esta visita en ninguna guía En este espacio realizan una
recreación de la vida en la isla desde la época de los guanches hasta la
actualidad de una manera muy verídica y muy bien escenificada. El recorrido
hace las delicias de mayores y pequeños.
En Tenerife también visitamos, “of course”, Jungle Park, el zoo con leones blancos.
Al ver los leones la mami no pudo evitar derramar algunas lágrimas. Objetivo y
promesa cumplida. Quizás no sea el zoo de más renombre de la isla, pero tiene
leones blancos y eso era lo que contaba para nosotros.
Tenerife es una isla preciosa que
ya habíamos visitado con anterioridad, pero en esta ocasión apenas hicimos
excursiones por la isla. El objetivo era descansar y disfrutar de la compañía
mutua. De vez en cuando también apetecen viajes tipo “tumbing” con
pulserita-todo-incluido.
Y por último, la visita a Disneyland Paris. Este viaje lo hicimos
acompañados por el mejor amigo de mi hijo y su madre. Fue un viaje lleno de
magia. No sé a quién le hizo más ilusión entrar en el reino de Fantasía, si a
los niños o a sus madres. Visitamos disneyland Paris durante 4 días, pues bien,
creo que aún nos quedan las marcas de la gran sonrisa que lucimos aquellos
días.
El viaje a Disney si lo realizas
con una agencia es bastante caro, así que decidimos organizarlo por nuestra
cuenta. Buscamos el vuelo de bajo coste, alquilamos un coche y nos alojamos
fuera de Disney. Alquilamos un bungalow en el camping Le Village Parisien por un precio más que económico y con
unas prestaciones excelentes. Para no arruinarnos comiendo en Disneyland comida
basura, antes de entrar al parque comprábamos en un supermercado la comida, así
podíamos comer ensaladas, fruta, frutos secos, etc. Para desplazarnos
alquilamos un coche, esta opción nos permitió desplazarnos de manera económica y
rápida pudiendo visitar Paris y Disneyland sin perder mucho tiempo en desplazamientos.
Buscamos ofertas en internet para conseguir entradas baratas al parque y
conseguimos gastar solo 200 euros por persona incluyendo vuelos, alojamiento,
comida, entradas al parque 4 días, visita a Paris de un día y alquiler de
coche. Es que después de tanto viajar nuestra economía necesitaba un respiro.
La visita a Disney fue agotadora,
no parábamos en todo el día pues queríamos verlo todo, atracciones, personajes,
espectáculos… Menos mal que la quimio había quedado atrás, si no habría sido
imposible aguantar el ritmo. A mi hijo lo que más le gusto fueron las alfombras mágicas de Aladino, que
nos hacían subir y viajar como si de un auténtico vuelo se tratase, y a mí…
pues la verdad es que me gusto todo, jejeje. Destacaría It´s a Small World, donde muñecos de todo el mundo bailan al ritmo
de una música mágica. A mi pareja Disney fue lo que menos le gusto de nuestra
aventura viajera… creo que hace mucho tiempo que dejó de ser niño.