Hoy te quiero recomendar un libro. En esta ocasión no es un libro que hable de cáncer... que de esos ya te he recomendado varios. Hoy te traigo un libro sencillo, ameno, divertido y cargado de mensajes positivos. Se titula "Maldito Karma" y su autor es David Safier. Acabo de terminar de leerlo y quiero recomendartelo porque creo que te va a gustar.
Vivimos corriendo, queriendo ser los mejores, compitiendo continuamente por tener una casa mejor, un coche mejor... y no prestamos atención a las pequeñas cosas o incluso a las grandes, como los hijos o la pareja. No somos conscientes de que la vida pasa rápido, muy rápido. Y en cualquier momento nuestra vida puede verse truncada de forma irreversible y ya no hay marcha atrás, ya no podemos jugar con los hijos, disfrutar de un paseo en pareja, escuchar el ruido de las olas del mar... Vivimos buscando el éxito, pero no la felicidad.
Tras leer este libro me doy cuenta de que ese tremendo enfado que he tenido esta mañana porque la casa está hecha un desastre no vale la pena, lo importante es que estoy viva, que tengo un marido y un hijo maravillosos que me quieren y que he superado un cáncer, que viene a ser como una nueva oportunidad para vivir la vida, no es un reencarnación, pero si una segunda oportunidad para ver y vivir la vida desde otra perspectiva.
El libro está narrado en primera persona por la protagonista, Kim Lange, que comienza contando los desastrosos sucesos que le ocurrieron el día de su muerte. Y precisa que morirse no fue lo peor, de hecho lo sitúa en el sexto lugar de la escala. Kim, que era una presentadora de éxito con una vida aparentemente feliz que se reencarna en hormiga, y el señor Buda le explica que esa reencarnación se debe a que no fue lo suficientemente buena para entrar en el Nirvana y que deberá acumular buen karma si quiere finalmente alcanzar esa luz que parecía abrazarla en el momento de morir y que la rechazó en el último momento. Pero Kim lo que quiere realmente es volver a ver a su hija pequeña a la que no había prestado atención y quiere ver a su marido, al que había engañado con otro hombre justo la noche en que murió. Y todo esto desemboca en una aventura para la presentadora frívola, una aventura que comparte con Casanova (sí, el italiano), con el que se encuentra reencarnado también en hormiga. Tras acumular buen karma Kim seguirá asciendo y reencarnandose en diferentes animales. Os invito a acompañarla en sus reencarnaciones.
Atención al diálogo entre Buda y Kim en la antesala al nirvana:
—¿Ahora entraré en el nirvana?
Buda asintió.
—Pero yo todavía no soy una persona serena, en paz consigo misma. Alguien que viva en armonía con el mundo y ame a todas las personas del mundo, sin importar quién o qué son.
—Acumular karma consiste única y exclusivamente en ayudar a otros seres. Y eso has hecho.
—Pero no he sido precisamente una Madre Teresa… —relativicé.
—Eso no puedo juzgarlo yo. La Madre Teresa era competencia de otro —puntualizó Buda.
Mis pensamientos formaron un signo de interrogación en mi cabeza.
—La vida posterior está organizada de manera diferenciada —comenzó a aclarar Buda—. Las almas de los creyentes cristianos son administradas por Jesús, las de los creyentes islámicos por Mahoma, etcétera.
—¿Etcétera…? —pregunté desconcertada.
—Bueno, por ejemplo, los que creen en el dios escandinavo Odín, van a Valhala.
—¿Quién cree hoy en día en Odín? —pregunté.
—Casi nadie. Y, créeme, el pobre está muy deprimido.
Desconcertada, imaginé a Odín explicando sus penas en una cena con Jesús y Buda, y pensando seriamente en contratar a un experto en relaciones públicas para volver a popularizar la fe en él.
—La vida posterior a la muerte que recibe todo el mundo depende de lo que creía —concluyó el gordo de Buda desnudo; y me pareció justo.
Todo aquello planteaba una sola cuestión:
—Yo nunca he creído en el nirvana. Entonces, ¿por qué estoy aquí?
—Yo soy el responsable de las almas que creen en el budismo y también de todas las almas que no creen en nada —respondió Buda.
—¿Y por qué?
—Porque, conmigo, los que no creen no pueden ser castigados por no creer.
Eso era convincente. Si Buda se ocupaba de todos los aconfesionales, los demás señores no se enfrentaban a la desagradable situación de tener que condenar almas sólo porque no eran creyentes.”