A pesar de los avances en la lucha contra el cáncer, la mortalidad global por esta enfermedad apenas ha cambiado en el último medio siglo. Cuatro innovadoras estrategias intentan ahora reducir su alcance.
Una nueva forma de atacar al cáncer es cambiar la epigenética, que controla el funcionamiento de los genes
A pesar de siglos de investigación en busca de nuevos tratamientos, el cáncer sigue siendo una de las enfermedades más difíciles de derrotar. Los tratamientos actuales como la radiación y la quimioterapia han alargado mucho las vidas de los pacientes y han logrado que algunos tumores sean superables. Pero desde el punto de vista global, el cáncer sigue ganando la guerra. Por ejemplo, la mortalidad global por cáncer apenas ha cambiado en el último medio siglo y los tumores con mayor incidencia matan ahora a más gente que hace una década, según los propios datos de la agencia de salud de la ONU. Además aún hay tipos de tumores que son casi inmunes a los tratamientos actuales y que asaltan órganos como el cerebro o el páncreas que dificultan mucho la aplicación de nuevos tratamientos.
La quimioterapia ayuda, pero no es la solución al cáncer. Necesitamos ir a la raíz del problema para intentar atajarlo. Para ello se buscan nuevas vías de tratamiento. Os presento las más novedosas.
Para ganar esta guerra hacen falta nuevas estrategias y eso es exactamente lo que buscan los médicos e investigadores que hemos mencionado. Su nuevo arsenal contra los tumores está hecho de armas muy antiguas. De hecho, son tan viejas como la vida.
1. Virus que hacen enfermar al cáncer
Hace más de un siglo, algunos médicos comenzaron a registrar algo insólito en sus pacientes. Tras haber contraído una infección, por ejemplo, con el virus de la gripe o con la bacteria de la erisipela, algunos enfermos de cáncer experimentaron unas inexplicables mejorías. Los casos se fueron acumulando y, en ocasiones, los tumores desaparecían completamente y los pacientes permanecieron sanos años e incluso décadas. Varios equipos médicos intentaron tratar el cáncer usando virus naturales o bacterias, pero, en general, fue un fracaso y la técnica quedó en vía muerta. Ahora, 50 años después, un equipo de investigadores españoles va a volver a usar virus contra el cáncer.
El equipo usará un adenovirus, cuya versión natural causa conjuntivitis y síntomas de resfriado. Pero este adenovirus no es el natural, sino una versión modificada genéticamente para convertirlo en un virus oncolítico, es decir, que no ataca a las células sanas sino solo a las del cáncer. El virus, llamado, VCN-01, “se empezará a administrar en enfermos de cáncer de páncreas no operables este mes”, explica Ramón Alemany, investigador del Laboratorio de investigación Traslacional del Instituto Catálan de Oncología IDIBELL y uno de los responsables del ensayo. En esta primera ronda de pruebas con humanos se analizará principalmente la seguridad del tratamiento, aunque también podrá observarse si el patógeno hace bien su trabajo.
“Este virus no tiene precedente, es mucho más potente que el resto que se haya probado”, señala Alemany, que ha fundado la empresa biotecnológica VCN Biosciences como parte del proyecto. El virus está diseñado para atacar el estroma del tumor, es decir “el andamio” sobre el que se sustentan las células cancerígenas. Cuando este se desploma, las células del tumor “caen y se mueren”, señala Alemany.
Aunque aún no se ha hecho realidad como tratamiento, la estrategia de los virus oncolíticos es prometedora. En España, por ejemplo, ha habido al menos un caso de un niño que, 10 años después de recibir un tratamiento experimental con estos virus, sigue libre del neuroblastoma terminal que sufría. En China ya hay un tratamiento de este tipo aprobado desde 2005 y en occidente varios están en las últimas etapas de desarrollo antes de llegar al mercado.
El gran problema de este tipo de terapias es que no funcionan igual en todos los pacientes y no se puede predecir en cuáles lo hará. Esta incertidumbre de “tratar a 10 pacientes para curar a dos” como lo resume Alemany hace que la relación coste-beneficio pueda no ser interesante para las farmacéuticas occidentales. Alemany señala que lo único que se puede hacer es seguir probando. “Con un poco de suerte, en nuestro caso el coste-beneficio puede valer la pena”, señala.
2. Bacterias: del yogur a los tumores
Algunos investigadores exploran la posibilidad de usar bacterias inofensivas para atacar al cáncer de forma selectiva. Este campo había caído en el olvido tras repetidos fracasos. Los primeros ensayos para frenar el cáncer con infecciones bacterianas datan de mediados del siglo XIX. Por aquel entonces, un cóctel de baterías muertas logró curaciones extraordinarias, como la de un muchacho de EEUU que pasó de estar al borde de la muerte por un tumor abdominal a sobrevivir 26 años más libre de cáncer. Pero aquellos tratamientos eran impredecibles, funcionaban solo en algunos enfermos sin un patrón claro y sus resultados no eran reproducibles, por lo que la estrategia se abandonó con la era de la radioterapia y la quimioterapia. Otros intentos este siglo han experimentado una suerte similar y, solo ahora el campo vuelve a despertar cierto interés, explica John Mark Tangney, investigador del Centro de Cáncer de Cork, en Irlanda.
“Ahora nuestro objetivo es usar las bacterias como si fueran fábricas para producir cualquier fármaco dentro del tumor”, explica el investigador. Hace unos años se intentaba combatir los tumores con bacterias nocivas como la salmonela, algo que no dio los resultados esperados. Ahora Tangney señala que la tendencia es usar “bacterias buenas”, como las que se usan para producir yogur y otros lácteos en la industria alimentaria o las bifidobacterias que ya habitan nuestros intestinos. “Casi cualquier tipo de bacteria puede vivir dentro de un tumor”, señala Tangney.
Las bacterias podrían atacar los tumores más difíciles de erradicar. Al entrar en el organismo, estos microbios buscan las zonas sin oxígeno para proliferar. Curiosamente estas zonas son frecuentes en el interior de los tumores, más allá de los vasos sanguíneos que mantienen al cáncer vivo. La quimioterapia y la radiación rara vez llegan tan dentro del tumor, por lo que en ocasiones esas zonas internas son difíciles de matar y hacen que el cáncer resurja tras el tratamiento.
La estrategia de las bacterias es dirigirse a esas zonas de resistencia. Para ello, dice Tangney, se usarían “bacterias buenas” modificadas genéticamente para crecer en el tumor y generar una determinada enzima. Después se administraría al paciente un profármaco, es decir un medicamento desactivado que no daña las células sanas. Al contacto con las enzimas producidas por las bacterias, el fármaco se activaría y mataría selectivamente el tumor. Ya hay dos ensayos clínicos de este tipo en marcha en EEUU y Tangney dice que su equipo pretende comenzar otro en 2015. “Uno de mis objetivos es promover el concepto de bacterias buenas, porque definitivamente muchas son beneficiosas para nosotros”, resalta.
3. El virus del sida y la leucemia
En diciembre de 2012, el caso de Emily Whitehead conmocionó al mundo. Según los médicos, aquella niña de seis años sufría una leucemia aguda intratable. Actualmente Emily está viva y aún sin rastro de cáncer un año después de haberse sometido a un tratamiento experimental. Ella es la prueba viva de que se puede enseñar al sistema inmune a combatir los tumores. Por lo general, las células del cáncer son como esos aviones espías que no son detectados por los radares. Lo consiguen produciendo proteínas que desactivan el ataque de nuestras defensas y permiten que el tumor crezca sin amenazas.
Whitehead sufría leucemia linfática aguda y fue incluida en un ensayo clínico centrado en enfermos adultos con leucemia crónica y que habían sufrido varias recaídas tras los tratamientos convencionales. En todos los casos el procedimiento era el mismo. Primero se extraían millones de linfocitos T del paciente. Estos son los “mejores guerreros” de nuestras defensas, en palabras de Alemany. Los investigadores usaban luego un virus derivado del sida y desactivado para introducir una modificación genética en los linfocitos que les permite identificar y atacar las células del tumor. Después se reintroducen en el paciente y se espera a que actúen. Por ahora, en 9 de los 12 pacientes que recibieron el tratamiento, el cáncer está en remisión dos años después. La intervención está aún en sus fases más tempranas de prueba y aún es pronto para saber si será viable, aunque, en algunos casos, ya ha demostrado resultados imposibles de lograr con los tratamientos convencionales.
La niña estadounidense Emily Whitehead lleva más de un año sin leucemia gracias a un tratamiento experimental que enseña a su sistema inmune a combatir el cáncer
“Esta estrategia pienso que tendrá menos toxicidad y también hará que en el caso de que el tumor vuelva, el propio cuerpo del paciente sea capaz de reconocerlo y rechazarlo. Aquí está el futuro”, opina Marta Alonso, investigadora del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) en laClínica Universidad de Navarra, que estudia el uso de virus para tratar en adultos y niños otro de los tumores con peor pronóstico: el glioblastoma cerebral.
4. Una nueva dimensión contra el cáncer
Otra de las vías más innovadoras para atacar al cáncer es la epigenética. Este término se refiere a cambios químicos que hay sobre los genes y que funcionan como interruptores, encendiéndolos o apagándolos. Muchos de estos cambios son claves para el correcto funcionamiento del cuerpo, pero otros son defectuosos y pueden provocar distintas enfermedades, incluido el cáncer. “Por el momento ya hay en el mercado cinco medicamentos epigenéticos contra el cáncer”, señala Manel Esteller, uno de los mayores expertos en epigenética del cáncer en España que trabaja en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Bellvitge. Algunos de esos fármacos se dirigen a tipos de cáncer para los que hasta ahora sólo había tratamientos paliativos, resalta. En el futuro próximo, la genética de cada paciente también se usará para predecir su respuesta a los fármacos y administrarle el más adecuado.
Fuente Openmind
Mientras nosotros podemos hacer el efecto "probiotico" de la bacterias del yogur consumiendo fermentados tipo kefir, chucrut, mmiso, salsa soja, vino tinto y yogur pero de buena calidad
Para influir sobre nuestros genes tenemos los alimentos ricos en fitoquímicos como son los vegetales, frutas, aromáticas y semillas.