Buenas noches Odile,
Quiero compartir mi testimonio con la idea de que pueda ayudar a otras mujeres que se les haya diagnosticado cáncer.
Miles de mujeres se someten a tratamientos de fertilidad para cumplir el sueño de ser madres. Dentro de esas mujeres, me encuentro yo , una chica mallorquina de 34 años, que mientras escribe estas líneas, tiene a su lado un sueño que ya tiene nombre , Eric.El pasado otoño , mi pareja y yo nos encontrábamos haciendo excursiones al hospital, día sí día no durante varias semanas. Durante esos días, los nervios están a flor de piel, por una parte por las expectativas que depositas en el tratamiento, y por otra, por toda las hormonas que te inyectas. Tales son los nervios, que mi pareja debía llevar un paraguas “anti brotes emocionales”, porque sin previo aviso aparecía una tormenta emocional difícil de gestionar .El hospital era nuevo, y me costaba mucho ubicarme, toda mi concentración se basaba en visualizar el cartel “unidad de reproducción”. Durante varias semanas, mi comportamiento estaba robotizado, aparcar , subir a la primera planta y desde lejos visualizar dicho cartel, no era capaz de ver nada más. Un día estaba yo sentada fuera de la consulta, y me puse a observar a la gente que estaba en la sala de espera colindante a la mía, las mujeres llevaban pañuelos y muchos de los hombres no tenían cabello, era el “hospital de día “, dónde se encuentran las consultas de oncología, y la sala donde se dan los tratamientos para pacientes con cáncer. El primer sentimiento que me invadió fue la lástima, pensaba que en tan solo unos metros, se materializaba una contradicción, en una puerta se creaba vida y en la otra se luchaba por mantener la suya propia. Lo que yo no sabía es que esa puerta que estaba tan cerca y tan lejos a la misma vez, la iba a cruzar en mi séptimo mes de embarazo.Tras solo dos meses de las visitas a unidad de reproducción, mi marido y yo salimos de la consulta con una sensación victoriosa, estábamos embarazados. La felicidad nos invadía, teníamos la sensación de que nada podía salir ya mal. Fue un embarazo lleno de altibajos, no obstante el pequeño Éric estaba luchando para convertirnos en una familia de tres.En mi séptimo mes de embarazo, un inquilino desagradable se instaló en mi cuerpo. En el momento que me dieron la noticia, millones de emociones contradictorias me invadieron, entre las que destacaban el miedo y la ira. Y tan solo me hacía una pregunta sin respuesta; ¿Y por qué yo?.
Yo era, y digo era porque el cáncer ha cambiado mi forma de ver la vida, una chica que basaba su vida en logros, donde primaban las responsabilidades y todo lo demás era secundario. Llegando a unos límites que me ahogaban cada vez más. Pensaba que era mejor trabajar más de 8 h, que mi valía se medía por títulos universitarios, y asumía roles personales que tal vez no me pertenecían. Yo no sé si llegué a esos límites por mi historia personal, o por el miedo. Un miedo que se ha convertido en una pandemia social, fruto de la crisis económica recientemente vivida. Los medios de comunicación nos han bombardeado con impactos llenos de mensajes en cubierto, que en definitiva querían transmitir que si no tragas con lo que tienes y con lo que se impone, puedes acabar como los casos que salen diariamente en esos medios. Y todo ello , lo único que me llevaba era a tener un autoestima baja que no me dejaba poner límites a nada ni a nadie, y vivir con ansiedad.
A la pregunta, ¿qué es el cáncer para mi ?, podría contestar que es un despertador de la vida. Cuando te diagnostican el cáncer, te planteas todo lo que estabas haciendo con tu vida, si era realmente lo que querías. Tu mundo creado se desvanece, porque tu vida en ese preciso instante se paraliza, y da sentido a esta afirmación “Cuando crees que tienes todas las respuestas a tus preguntas , va el universo y te las cambia”. En mi caso en particular, es difícil describir esa explosión de emociones agridulces cuando albergas lo más deseado, y menos deseado simultáneamente. Podría decir que este inquilino desagradable que se instaló sin mi permiso compartiendo casa con mi futuro hijo, me ha enseñado algo “vivir la vida porque nunca sabes cuando aparecerá el final de ella”. Pero también decirle, que su contrato de alquiler unilateral está finalizando, que en menos de un año deberá abandonar mi cuerpo, que le agradezco todo lo que me ha enseñado, pero que nunca más, quiero volverlo a ver .
Quiero felicitarte por tus libros y por toda la labor qué haces. Siento admiración por personas cómo tú.
Un abrazo
Ana